23/11/2008 04:40
                                      La Nación - Nota - Política 
                                      - Pág.10
                                      Imparable ola de renacionalizaciones
                                      
                                      >El avance oficial sobre Aerolíneas 
                                      y la estatización de las AFJP confirman 
                                      una política de intervención 
                                      que abarca una docena de firmas
                                    Diego Cabot y Francisco Olivera
                                      LA NACION
                                    
                                      Las estatizaciones del sistema previsional 
                                      y de Aerolíneas y Austral son el 
                                      último paso de un proceso extraordinario, 
                                      nunca antes visto en el país, que 
                                      dejará en la historia a Néstor 
                                      y a Cristina Kirchner como líderes 
                                      de gobiernos compulsivamente compradores 
                                      de empresas. En casi seis años de 
                                      gestión, a través del Estado 
                                      o alentando a firmas de capital nacional, 
                                      el matrimonio revolucionó al mundo 
                                      corporativo con nacionalizaciones o cambios 
                                      de dueños en una docena de compañías. 
                                      Otras siete han podido, pese a los intentos 
                                      y hasta ahora, resistir. Pero la tendencia, 
                                      de dudosa transparencia y pródiga 
                                      en presiones desde el poder, es ya una queja 
                                      recurrente en el sector privado argentino.
                                    El avance del Gobierno quedó plasmado 
                                      en sectores fundamentales de la economía 
                                      como la energía, el transporte y 
                                      los servicios públicos. En algunos, 
                                      con estatizaciones directas. El espacio 
                                      radioeléctrico, que perteneció 
                                      a Thales Spectrum; el servicio de aguas 
                                      y cloacas, controlado hasta 2006 por Aguas 
                                      Argentinas; el correo, de Francisco Macri; 
                                      los ramales ferroviarios San Martín 
                                      y Belgrano Cargas; Astilleros Tandanor, 
                                      y, ahora, seguramente, Aerolíneas 
                                      Argentinas y Austral.
                                    El Estado logró también, 
                                      de manera parcial, participación 
                                      en la transportista eléctrica Transener 
                                      y en Aeropuertos Argentina 2000. Algo parecido 
                                      a lo que ocurrirá tras la estatización 
                                      del sistema previsional, que le reportará 
                                      acciones en alrededor de 40 empresas privadas 
                                      (ver aparte).
                                    Una decena de empresas privadas ha recibido 
                                      ofertas de compra tras largos períodos 
                                      de presión estatal que incluyeron 
                                      inspecciones, retrasos tarifarios, controles 
                                      de precios y una virtual asfixia del hombre 
                                      más temido por los hombres de negocios: 
                                      Guillermo Moreno, secretario de Comercio 
                                      Interior. Coincidencias llamativamente frecuentes 
                                      en los últimos seis años.
                                    Algo de todo esto fue intuido por el ex 
                                      ministro Roberto Lavagna en noviembre de 
                                      2005, cuando se fue del Gobierno con la 
                                      denuncia de un "capitalismo de amigos". 
                                      La certeza de Lavagna, que fue transmitida 
                                      en el invierno de 2005 a varios dirigentes 
                                      empresariales, era que se desgastaba a las 
                                      compañías porque se buscaba 
                                      participación en muchas de ellas. 
                                      La sospecha forma parte de la presentación 
                                      que la líder de Coalición 
                                      Cívica Elisa Carrió hizo días 
                                      atrás en la Justicia, cuando acusó 
                                      a Néstor Kirchner de encabezar una 
                                      asociación ilícita.
                                    El 27 de noviembre de 2007, Juan José 
                                      Aranguren, presidente de Shell, entendió 
                                      también parte de toda esta historia. 
                                      Tenía sentados en su despacho a Claudio 
                                      Di Paola, director de la estatal Enarsa, 
                                      y a Teddy Batista, presidente de Epsur, 
                                      la petrolera de Lázaro Báez, 
                                      un empresario muy cercano al kirchnerismo. 
                                      Batista y Báez le ofrecieron ese 
                                      día directamente comprar los activos 
                                      de Shell, según afirmaron a LA NACION 
                                      ejecutivos que conocieron el episodio.
                                    Aranguren contestó que no. Venía 
                                      de soportar tres años de penurias: 
                                      un llamado al boicot de Néstor Kirchner, 
                                      bloqueos de piqueteros de Luis D´Elía 
                                      en 33 estaciones de servicio de la marca, 
                                      una clausura parcial en la refinería 
                                      de Dock Sud, un pedido de prisión 
                                      para él y todo el directorio de Shell, 
                                      inspecciones diarias, multas por 180 millones 
                                      de pesos, frenos de exportaciones de nafta, 
                                      el retiro de un gasoil premium del mercado 
                                      y 57 causas judiciales en su contra por 
                                      las que todavía debe responder.
                                    El boicot había sido, en realidad, 
                                      el resultado de otra operación fallida 
                                      de venta de los activos de Shell a Petrobras 
                                      y a la chilena Enap tres años antes. 
                                      En diciembre de 2004, enterado de las intenciones 
                                      de Shell, el Gobierno propuso entonces el 
                                      ingreso de la venezolana Pdvsa como comprador. 
                                      Aquella propuesta tuvo un enemigo excluyente, 
                                      el propio Aranguren, que convenció 
                                      a la casa matriz de que la intromisión 
                                      del Estado argentino -que debía aprobar 
                                      la operación mediante la Comisión 
                                      de Defensa de la Competencia- disminuiría 
                                      el valor del activo a niveles ínfimos.
                                    En febrero de 2005, Shell les comunicó 
                                      a los interesados que no vendería. 
                                      Y un mes después, el 8 de marzo, 
                                      anunció que aumentaba entre 2,6 y 
                                      4,2% el precio de las naftas y el gasoil. 
                                      La medida desencadenó la furia de 
                                      Néstor Kirchner, que llamó 
                                      a la población a no comprarle a la 
                                      petrolera"ni una lata de aceite". 
                                      Aranguren se convirtió así 
                                      en el enemigo N° 1 del Gobierno.
                                    Algo idéntico le ocurrió 
                                      a Esso. En septiembre de 2007, la controlante 
                                      de la petrolera, la norteamericana Exxon 
                                      Mobil, inició conversaciones con 
                                      Petrobras para vender su filial en la Argentina. 
                                      Los trascendidos de la operación, 
                                      que Exxon Mobil había encargado al 
                                      banco JP Morgan, llegaron a la Casa Rosada, 
                                      desde donde partió, según 
                                      tres ejecutivos involucrados, un mensaje 
                                      terminante para ambas petroleras: el Estado 
                                      no estaba de acuerdo.
                                    Enseguida, como casi siempre en esta clase 
                                      de conflictos durante los últimos 
                                      años, proliferaron las propuestas 
                                      privadas argentinas. Por ejemplo, Ernesto 
                                      Gutiérrez, presidente de Aeropuertos 
                                      Argentina 2000, dijo públicamente 
                                      en ese momento que tenía intenciones 
                                      de comprar Esso. También ofertaron 
                                      el grupo Sadesa -controlado por los empresarios 
                                      Carlos Miguens, Eduardo Escasany, Guillermo 
                                      Reca, Juan Casas, José Malbrán 
                                      y la familia Caputo- y Marcelo Mindlin, 
                                      dueño del grupo Dolphin y de Edenor.
                                    La respuesta y el argumento de Exxon Mobil 
                                      fueron los mismos que los de Shell: no se 
                                      vende. ¿Por qué no vendieron?, 
                                      preguntó en marzo de este año 
                                      LA NACION a uno de los ejecutivos que participaron 
                                      de las negociaciones. "El precio. Se 
                                      ofreció muy poco. Y la única 
                                      compañía que tenía 
                                      un cheque grande, Petrobras, fue excluida 
                                      por presión del Gobierno. Desde Exxon 
                                      comunicaron que no estaban dispuestos a 
                                      vender a esos precios y retiraron la operación 
                                      del mercado".
                                    Traspaso frustrado
                                      Fue la tercera adquisición que no 
                                      conseguía Petrobras en pocos años 
                                      en el país. Meses antes, la estatal 
                                      brasileña había tenido que 
                                      devolverle al fondo de inversión 
                                      Eton Park una seña de 11 millones 
                                      de dólares por el 50% de la transportadora 
                                      Transener. El traspaso se frustró 
                                      tras un dictamen desfavorable de Defensa 
                                      de la Competencia y un informe negativo 
                                      del Ente Nacional Regulador del Electricidad 
                                      (ENRE).
                                    El ministro de Planificación, Julio 
                                      De Vido, explicó en ese momento las 
                                      razones del ENRE, un ente autárquico: 
                                      "No veía conveniente que dos 
                                      fondos de inversión [el otro controlante 
                                      de Transener era el grupo Dolphin] manejaran 
                                      una empresa tan trascendente para el sistema 
                                      vital energético argentino, si el 
                                      otro 50% la gerenciaba una empresa de ingeniería 
                                      vinculada con el sector".
                                    Días después, el Gobierno 
                                      aprobó el ingreso de los dos nuevos 
                                      compradores del 50% de Transener: la estatal 
                                      Enarsa y la cordobesa Electroingeniería, 
                                      una firma de recurrente presencia en la 
                                      obra pública argentina. Uno de sus 
                                      principales socios, Gerardo Ferreyra, es 
                                      un militante político que compartió 
                                      la prisión con el hoy secretario 
                                      de Legal y Técnica, Carlos Zannini. 
                                      Otras operaciones están todavía 
                                      en proceso de concreción. Hace tiempo 
                                      que Pascual Mastellone, dueño de 
                                      La Serenísima, tiene un comprador 
                                      natural para la compañía, 
                                      la francesa Danone, con la que comparte 
                                      el uso de la marca. Las cosas no están 
                                      bien: en los primeros nueve meses de este 
                                      año, La Serenísima llevaba 
                                      perdidos 110 millones de pesos en relación 
                                      con el mismo lapso de 2007. La principal 
                                      queja de Mastellone es la demora en el pago 
                                      de las compensaciones, dispuestas por el 
                                      Gobierno a cambio de la fijación 
                                      del precio de la leche. El subsidio ha llegado 
                                      a acumular retardos de hasta cuatro meses.
                                    El funcionario con quien Mastellone debe 
                                      negociar casi a diario no es, hay que decirlo, 
                                      un encanto de las buenas maneras: Guillermo 
                                      Moreno. Ejecutivos cercanos a ambas partes 
                                      reconocieron a este diario que, por lo menos 
                                      en cinco oportunidades, el secretario invitó 
                                      al empresario a sentarse a negociar con 
                                      posibles compradores, si alguna vez decidiera 
                                      desprenderse del activo.
                                    La propuesta más concreta le llegó 
                                      hace unos meses, cuando Eduardo Elsztain, 
                                      dueño del grupo IRSA, a través 
                                      de Cresud, se interesó por La Serenísima. 
                                      Por diferentes cuestiones, dijeron a este 
                                      diario dos ejecutivos protagonistas del 
                                      asunto, las conversaciones quedaron congeladas. 
                                      Los rumores de posibles compradores alcanzaron 
                                      también al grupo Eskenazi, dueño 
                                      del Banco de Santa Cruz, de la constructora 
                                      Petersen y los bancos de Entre Ríos, 
                                      Santa Fe y San Juan.
                                    Elsztain arrastraba otro proyecto esquivo. 
                                      A mediados de 2007, enterado de que Repsol 
                                      YPF quería desprenderse de una parte 
                                      de su filial argentina, le transmitió 
                                      a De Vido la pretensión de ingresar 
                                      en la petrolera junto con un grupo de inversores. 
                                      Lo mismo hizo, casi al mismo tiempo, Eduardo 
                                      Eurnekian. Ambos recibieron un mensaje lapidario 
                                      desde el poder: el comprador está 
                                      elegido. Era el grupo Eskenazi, hoy dueño 
                                      del 15% de YPF.
                                    El proceso incluyó el retiro del 
                                      país de holdings de peso internacional 
                                      que decidieron no desembolsar un centavo 
                                      más en ningún otro rubro. 
                                      En 2005, Electricité de France, la 
                                      empresa eléctrica más grande 
                                      del mundo, le vendió Edenor y algunas 
                                      generadoras al grupo Dolphin, de Marcelo 
                                      Mindlin. Tiempo antes, el grupo Werthein 
                                      había ingresado en Telecom, controlada 
                                      por France Telecom y Telecom Italia. Hoy 
                                      los franceses conservan sólo una 
                                      participación residual.
                                    Hubo, con todo, varias compras inconclusas 
                                      más. Edelap se sorprendió, 
                                      el martes 29 de abril pasado, ante un acto 
                                      organizado por el ENRE en La Plata que la 
                                      excluía como invitada, a pesar de 
                                      ser el único operador de distribución 
                                      eléctrica del área. La intención 
                                      gubernamental era abrir oficinas del organismo 
                                      en esa ciudad; proliferaron, durante toda 
                                      la mañana, fuertes críticas 
                                      a la empresa y un rumor alentado desde el 
                                      propio Ministerio de Planificación: 
                                      se le quitaría la concesión 
                                      a la distribuidora.
                                    Controlada por el grupo norteamericano 
                                      AES, Edelap era el único actor ausente 
                                      en la celebración. Ese día, 
                                      el mercado eléctrico argentino le 
                                      conoció la voz al entonces director 
                                      del ENRE, Mario de Casas, un técnico 
                                      de bajísimo perfil que se fogueó 
                                      con un discurso de corte político.
                                    Poca regulación
                                      Desde hace cinco años, ninguna mosca 
                                      vuela en los entes reguladores argentinos 
                                      sin autorización de la Casa Rosada. 
                                      La Argentina energética venía 
                                      de sufrir cortes de suministro en todas 
                                      las distribuidoras (se habían aplicado, 
                                      meses antes, interrupciones programadas 
                                      durante 69 días a las industrias), 
                                      pero De Casas habló ese día 
                                      específicamente de Edelap, a la que 
                                      acusaba de un apagón en marzo.
                                    Néstor Barloa, subsecretario general 
                                      de la Capital Federal de Luz y Fuerza, insistió 
                                      ante este diario en una comparación 
                                      insidiosa: "Con Segba estábamos 
                                      mejor. Todo el tendido del área fue 
                                      hecho por Segba. AES es un desastre". 
                                      La rescisión del contrato, que había 
                                      sido pedida públicamente, semanas 
                                      antes, por el intendente de La Plata, el 
                                      kirchnerista Pablo Bruera, no se concretó 
                                      nunca. Pero AES recibió a los pocos 
                                      días una propuesta de compra de Electroingeniería. 
                                      La negociación se interrumpió 
                                      a las pocas semanas por las dificultades 
                                      del conflicto agropecuario. 
                                    
                                    